El amante prohibido.
Camino solo por la calle, los años hacen sus estragos en un
cuerpo firme pero ya envejecido. La primavera vuela a mí alrededor, el perfume
en la brisa hace que mi mente explote en un deseo carnal enfermizo. Mi mirada
pasa vacía hacia adelante, mi frente esculpida por años de agotadoras relaciones.
Un león con hambre, una bestia sin domar, el monte de venus arde ante su
bestialidad.
Es verdad, corres peligro, estás buscando lo que no debes,
tu cuerpo será esclavizado, tu mente quedará en blanco, serás presa de tu
lujuria, caminaras por nubes de deseos, tu cuerpo flotará entre placeres
carnales adictivos, temblarás sin control, tu mente será polvo de estrellas que
explotan frente a ti. Sí, soy el amante
prohibido, es verdad, estás entrando a un mundo que lo domino yo y ya estás en terreno
prohibido.
Te contaré lo que no debes saber, pero así comenzó el conflicto
creado por el amante prohibido. Ese personaje que jamás debe tocar tu alma.
Caminaba por el parque de mirada controlada para no hacerme
notar, un caminar firme, seguro, con fuerza y sigilo. Se notaba, era un macho
alfa al acecho, tragaba aire como un semental, el calor se sentía en la piel, pasaba
el día pensando y filosofando. Si, era un momento pleno, estaba en completa armonía.
Pero pasó lo que no debía pasar, la bestia mientras caminaba fue notada por una
insignificante luciérnaga menor, de estatura pequeña y menuda, de cabellos
largos y tintes castaños con rubias puntas, no tendría más de veinte y dos, sufre
un colapso hormonal, su mente explota, nota el caminar del león hambriento, de
alguna manera se da cuenta, es un macho
extraño, no lo sabe, pero ya su vida cambió.
Segundos de contemplación se convirtieron en placer, el
aroma juvenil se acercaba con sigilo mientras meditaba a la sombre de un sauce,
el viento abanicaba el pelo de esta
pequeña criatura, que reconocía a esta bestia como peligrosa. Nada más
aterrador, grande para ella, con manos poderosas y brazos largos, que la mira
con ojos casi sin abrir, un hombre que se nota con experiencia, pero se ve
sensualmente incontrolable, se sentía incómoda, pero con una intriga llena de
explosiones en su mente, que con su juventud todavía no se daba cuenta, era una
edad prohibida para ella, son por lo menos veinte y siete años más de
experiencia, pero la pequeña criatura tomó el camino más peligroso.
Pequeña criatura, suaves telas hacen su vestido corto
tallado en flores de primavera, moldeaba su figura, en su joven y pequeño
cuerpo. No, pensaba para mí, con mis entrañas golpeando mi interior, no digas
nada, sabes que no controlaras la bestia, renuncia, no puedes actuar, pero por
más que trataba no fui capaz. El león con hambre ruge desde sus entrañas, la
sabiduría de la experiencia, los movimientos eran suaves y perfectos para ella.
Es verdad, yo sabía en todo minuto que hacer, como hablar, como mover el
cuerpo, como desarrollar sus inquietudes, sus inseguridades, sus miedos, todo
en segundos supe cómo controlarlos, sentía mi perversión actuar en mi interior,
trataba de controlar lo que hacía, pero era imposible, la presa ya estaba
sentenciada.
Pobre suave y pequeña niña, ya hablaba con el amante
prohibido, se sentía segura, extrañamente atraída a esa fuerza que representaba
ese espíritu vigoroso, ella no entendía como este hombre tanto mayor la hacía
sentir cosas que nunca sintió con aquellos de su edad, pero así fue, sabía que
ya no controlaba la situación. Caminamos juntos por metros, su pequeño cuerpo
me hacía sentir extrañamente sometido a mi propia lujuria, mis pensamientos
eran atravesados por espasmos eléctricos que me hacían soltar adrenalina, sabía
que corría peligro, no debía hacer lo que me aprontaba, fui un animal, un
demonio encarnado en mí. Avanzamos metros, estaba hipnotizada, sentía la fuerza
que recaía sobre ella, estaba entregada, entendía que de esto no se liberaba.
No me di cuenta, cuando ya estábamos en mi departamento,
entramos con la mirada atónita del conserje, el hombre que tenía claro quién
era este malhechor, pero cuando ve la presa, no hace más que poner la vista en
el suelo, entregando toda la razón a semejante rufián.
Una vez adentro abrí un buen vino de reserva, un amor al
placer del paladar, saque unas suaves aceitunas y frutos secos para acompañar. Ella
seguía intrigada con la decoración del departamento, entendía que me gustaba el
lujo y la buena vida, se tomó su tiempo, me miró a los ojos, apretó con sus
dientes su labio inferior, mientras con el dedo pulgar sacaba una gota de vino
que quedó en mi boca. En una suave conversación mientras tomábamos vino, expresaba su dolor de hombro, la miro con mi
rostro duro de años de circo, me acerco a su pequeño cuerpo, quedamos frente a
frente, noto como se siente intimidada, por eso la tomo de los hombros y la giro con facilidad, entendió rápidamente cual
era mi intención, quitar ese dolor que le molestaba. Tomé un aceite que tenía
en el baño, le explico con una voz suave, mientras libero sus hombros de su
cabello que no me dejaba pasar, esto será una experiencia que nunca olvidarás,
mientras me ayudaba a tomar su pelo y deja su cuello al descubierto ante la
bestia más lujuriosa. El aceite corría por su dorada piel, ella cerraba los
ojos, mientras las enormes manos recorrían su delicado cuello, la presa estaba
entregada, ante el poder de una mano endurecida con el tiempo.
Tomaba sus hombros desnudos, con poderosa fuerza la hacía retorcerse
de placer, estaba entregada a las delicias de la carne, comenzó a entender
porque este hombre tan grande le hacía sentir algo distinto, suavemente se
bajaba más el vestido y pedía más, por favor más insistía con sus palabras derritiéndose
al salir de su pecho que estaba sometido
a dulces torturas de placer.
Es muy rico con tono adormecido, se retorcía moviendo su
cabellera de lado a lado, fue así como mis manos con facilidad la recostaron boca
abajo en el sofá, recuéstate que esto está recién comenzando fue mi murmullo suave
en uno de sus oídos, déjate llevar, relájate que de esto yo sé mucho. Mis manos
logran tomar con facilidad toda su espalda, más aceite hacían ver su piel
dorada como el mejor botín de un pirata, con un brillo seductor que me tenía
ajeno a la realidad. Mis manos pasaban con fuerza y placer por su espalda, ella
ya estaba en la gloria, entregada a lo
que viniera, eso yo ya lo tenía claro, pero la paciencia es la principal virtud
de un guerrero, seguía apreciando su cuerpo brillante, solo un pedazo de tela
cubría su lindo traste que levantado en juventud, hacía ver la forma
extraordinaria de un cuerpo menudo y bien hecho. Con fuerza tomo uno de sus
pies, con aceite manoseaba de talón a dedos, logrando retorcer su alma en
placer, dedo por dedo fue apretado hasta sacar un suave gemido de placer. Mis
manos estaban orgullosas de su poder, los gemidos pasaban a ser demasiado sensuales,
tanto que tenía que cubrir el vigor de mi sexo para no mostrar debilidad ante
tan deliciosa carne. Mi mano seguía empeñada en buscar rincones de placer, gozaba
al ver brillar su piel dorada. Uno a uno cada muslo pasó a ser devorado por el
poder de cada mano, fue sometida a temblores ajenos a lo que ella nunca había
conocido, mis manos ya actuaban solas, con suavidad tomaba su cintura para
hacer escurrir más aceite en su piel, con fuerza apretaba sus muslos, pero ya
la gloria estaba en frente, ella sabía, no lo podía controlar, el amante
prohibido, comenzaba a acechar.
-
¿Estás bien? ¿Quieres que siga?
-
Si, por favor…
Salía un suave gemido de su alma, apenas perceptible, mis
manos ya no encontraban rincón sin apretar, hasta que le pido que por favor se
de vuelta, pensando que se iba a cubrir al hacerlo, pero Dios revolucionado, se
da vuelta con sus pechos descubiertos y bastante grandes para un cuerpo tan pequeño,
pero con la misma suavidad y calma, le pongo aceite el cual pasa por su estómago
levemente marcado en cada uno de sus músculos, mis manos aprietan suavemente sus pechos, ya
mis ojos a medio abrir me delatan, más que mi sexo, que a estas alturas ya
bailaba solo de lado a lado al moverme en estado militar, firme como nunca.
Pero, ya la lujuria se desencadenó, el vestido no sé ¿Cómo? Pero desapareció de la nada, ella ya tenía
todo su cuerpo al desnudo y entregado a su amante prohibido, tomé cada pierna
con calma, así apretaba con ambas manos una por una, pero esta vez el recorrido
era desde el talón hasta el monte de Venus, su cuerpo ya se doblaba en dos, así
como sus rodillas, había perdido el control, mis manos fuertes siguieron
entrando y saliendo por todo su cuerpo: era tal la belleza de la carne que el
león con hambre entra a comer todo, devorada, saboreada por completo, su cuerpo
explotaba en cataratas de lujuria, estaba descontrolada, saltaba de lado a lado
con cada apretón que le llegaba a su intimidad más entrañable.
Nuevamente, después de horas de sabrosa lujuria, ella cae
rendida en la cama, como si este demonio le sacara hasta su última gota de
energía, su cuerpo completo había sido sometido a las más dulces torturas del
placer, el culpable había sido el amante prohibido.
Al día siguiente la pequeña luciérnaga despertaba de una
noche mágicamente sensual, con un macho alfa de mayor edad, pero gran
experiencia, fue sometida a las delicias más gratificantes de la carne, placeres
desenfrenados, una fuerza descontrolada, con explosiones volcánicas por todo su
cuerpo.
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